martes, 20 de enero de 2009

Dios atiende al quebrantado y humilde de espíritu

Daniel 10:12-19

En el mundo en que vivimos se confunde la humildad con la pobreza, ser humilde no es necesariamente ser pobre. La humildad de corazón que proclama la Biblia no tiene que ver con la pobreza o con la escasez de recursos, humildad para con Dios es acatar el mandato del Señor, someterse a su voluntad, respetar y obedecer la Santa Palabra. La humildad tiene que ver con una buena disposición de corazón hacia las cosas de Dios.

Dios habita con el quebrantado:
En Isaías 57:15 Dios dice, “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita en la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad y con el quebrantado y humilde de espíritu, para levantar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados”.
Dios que habita en las alturas, anida en el corazón del quebrantado y humilde de espíritu para levantar de su estado de postración al hombre y elevarlo a las alturas, para vivificar el corazón del que ya no tiene esperanzas.

Dios detiene su mirada en el pobre y humilde de espíritu:
Isaías 66:2 “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová, pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra”. Otra vez se repite pobre y humilde de espíritu y se añade y tiembla a mi palabra.

Jesús es nuestro ejemplo de humildad delante de Dios su Padre:
Jesús dijo “Venid a mi todos los que estéis trabajados y cargados, que Yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” Mateo 11:28-29.
Jesús se proclamó manso y humilde de corazón y en realidad lo era para con Dios su Padre, pero cuando se trataba de corregir un error era firme, e inquebrantable, de modo que cuando los cambistas y los vendedores de animales, hacían su negocio dentro del templo, tomo una cuerda hizo un látigo y los expulsó a todos. Humilde sí pero celoso para las cosas de Dios.

Jesús no desecha al quebrantado y humilde de espíritu:
Isaías 42:1-4 dice de Jesús: “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo que humeare”, la caña cascada es el carrizo, la caña frágil que se rompe cuando la pisan. Ni apagará el pabilo que ya no tiene llama, está para apagarse, está humeando. No desechará al quebrantado, al que está pasando por problemas, al que está frágil, ni menospreciará al que desfallece, al que no le queda aliento de vida, al desalentado.

Daniel se humilló voluntariamente y tuvo respuesta de Dios:
En la porción que leímos al principio Daniel estaba en un país extranjero, ya se cumplían setenta años de cautiverio y según la profecía de Jeremías, ellos volverían a su nación, Israel. Daniel estuvo afligido y preocupado pidiendo a Dios entender los tiempos y lo que deparaba Dios para su pueblo en esa época. Por espacio de tres semanas, estuvo buscando a Dios en ayuno, se humilló delante de Dios, y vino un ángel con la respuesta. (v12)

Dios no solo le respondió su petición, los designios de Dios no solo para su época sino también para los siglos venideros, aún hasta la venida del Señor y del fin del siglo.

La palabra nos llama a ser humillarnos delante de Dios:
“Humillaos, pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” 1º
Pedro 5:6-7.
¿Porqué vivir ansioso, preocupado, si la palabra nos enseña que el Señor Jesús quiere llevar nuestras cargas por nosotros?, habría menos estresados, menos ansiosos, menos personas con problemas de salud, si tan solo supiéramos esta verdad y la practicamos.

Nos humillamos delante de Dios cuando le damos el primer lugar en nuestras vidas:
Juan el Bautista dijo: “Es necesario que él crezca y que yo mengüe”, y esto es necesario hacer en nuestra vida si queremos llevar a Jesucristo al mundo, en nuestra vida, que Jesucristo que está en nosotros crezca y el Yo mengüe.
La pregunta es ¿estamos dispuestos para que Dios tomo control de nuestras vidas, estamos dispuestos a acatar las decisiones de Dios en lugar de las nuestras?, ¿Estamos dispuestos a obedecer su palabra, aunque no estemos del todo de acuerdo?

Ps. Alfredo Monteza
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